Se vivió un 8M más en Pachuca, con un movimiento feminista multitudinario por las calles de la ciudad en el marco del Día Internacional de la Mujer.
Participaron contingentes de distintos colectivos, organizaciones civiles y mujeres en general que hicieron escuchar su voz en contra de la injusticia y la desigualdad de género, además de marchar por las que lamentablemente ya no están con nosotros.
Esta importante, justa y necesaria movilización anual ha tenido sus matices, principalmente en las últimas marchas. La polémica ha girado en torno a algunos actos de destrucción de la infraestructura de la ciudad que han comenzado a ser cuestionados, incluso por propias mujeres.
Muchas personas que nos consideramos afines a los movimientos feministas hemos sido empáticas, al grado de exclamar: ¡quemen todo! Las desapariciones, los feminicidios, la impunidad y la desigualdad no son tema menor, obligando a actos desesperados ante la pasividad del resto de la sociedad; pero, con los daños materiales, han comenzado a surgir preguntas como: ¿cuál es el límite?, ¿se está afectando a las propias mujeres?, ¿dónde queda la sororidad?
Un texto publicado en Pachuca Denuncia ha alimentado esa polémica con un punto de vista que invita a la reflexión. La mujer que lo envió lamenta en tono irónico que los daños a las estaciones del Tuzobús ocasionados durante la marcha están poniendo en riesgo a las propias mujeres: “gracias por la sororidad que mostraron y porque mi hija y yo tuvimos que caminar de noche y estar más expuestas a cualquier accidente y hecho en el que pusiera en peligro nuestras vidas“.
La opinión desesperada de esta persona desacredita el vandalismo hacia el medio de transporte, pero no cuestiona los motivos de la marcha, incluso se muestra propositiva al respecto: “No me importa que rompas, destroces o hagas un desmadre, ¡no! Si deseas expresarte y manifestarte convoca un concierto, haz una representación, pinta, dibuja, ¡escribe! Creo que te haríamos más caso y hasta te acompañaríamos mis hij@s y yo!“.
Es una realidad que estas incomodidades no se comparan con las dificultades que han pasado los familiares de desaparecidas, o las víctimas de injusticias, pero sí es una afectación para muchas mujeres que requieren trasladarse diariamente a su trabajo, escuela o casa.
El punto de análisis no pasa por una revictimización al movimiento feminista, sino por determinar responsabilidades en esta problemática de un Tuzobús que se ha convertido en una discordia del 8M en Pachuca. En primer lugar, es lamentable que no exista una prevención y protección adecuada de las estaciones del transporte previo a las movilizaciones, a sabiendas de lo que pasará, y es aún peor que la rehabilitación requiera tanto tiempo luego de los daños
A menos de 24 horas de las marchas, los edificios gubernamentales son recuperados para su normal funcionamiento, mientras que las estaciones del Tuzobús pasan semanas, o incluso meses cerrados, afectando gravemente a miles de usuarios de una ciudad en cuyas principales problemáticas radican la movilidad y el transporte público; sobre esto también se requiere presión social.
El movimiento feminista evidentemente ha tomado fuerza, no ser empáticos con esta lucha es omitir una la realidad de una histórica lucha que se mantiene vigente. Quemarlo todo está bien, pero promovamos sororidad también en el recuento de los daños.