Hidalgo se ha pintado de guinda con la gubernatura y más de 50 ayuntamientos obtenidos por la izquierda en las últimas elecciones. El éxito de Cuarta Transformación en el estado no solo radica en la avalancha obradorista, la mayoría ciudadana apoya las políticas progresistas y humanistas que tiene como ejes el nuevo partido predominante.
En esta inédita oleada izquierdista en Hidalgo, que encabeza el gobernador Julio Menchaca, destacan acciones como la anticorrupción, que ha criminalizado ya a varios personajes de la vida política; pero hay un asunto que nos tiene inquietos a los ambientalistas: la fiesta brava.
La prohibición de las corridas de toros va creciendo en cada vez más estados y ciudades del país, pero Hidalgo continúa promoviendo esta tradición en el marco de eventos importantes, como la Feria de Pachuca. Nuestra entidad se está convirtiendo en un desfogue de empresarios, toreros y adeptos que están encontrando tierra fértil para peligrosamente echar raíces y mantener viva su polémica cultura.
Es verdad, la tauromaquia despierta acalorados debates y muchas pasiones. Cada quien tiene su punto de vista, pero los argumentos a favor son cada vez más insostenibles, principalmente en un contexto global que tiende a proteger los derechos de los animales.
La realidad es que la tortura animal y su apoyo como espectaculo es injustificable. No se tendría que tolerar, ni fomentar, mucho menos en administraciones que ondean la revolución de las conciencias como bandera.
Lo bueno es que alguien ya levantó la voz en Hidalgo, además de los activistas: la diputada morenista Tania Meza Escorza dejó en claro su postura en una reciente entrevista, criticando que la fiesta brava se siga impulsando desde algún sector del gobierno. También dio un halo de esperanza al mencionar que la prohibición de la tauromaquia se podría dar próximamente a nivel legislativo. ¡Ojalá!